Me ocurrió esta mañana un caso que me hizo reflexionar y por ello lo comparto con todos.
Normalmente no suelo tomar café en la calle, pero esta mañana al encontrarme con un conocido terminamos en un bar. He de decir que no se trataba de una cafeteria ni nada parecido, más bien era una simple tasca o bar de barrio en el que los parroquianos juegan a las cartas o al domino en las mesas. La barra de aluminio llena de platitos con sus correspondientes cucharillas y sus azucarillos, ya preparados para ahorrar tiempo cuando entre alguna multitud. El suelo se encontraba lleno de servilletas usadas, azucar esparcido y algun envoltorio de caramelo. No hace mucho, tambien se hubieran encontrado muchas colillas. El dueño del garito era un cromo. Mitad peinado mitad no, un palillo de dientes en la comisura de los labios, un paño churretoso le colgaba del cinturon por el lado y en el pecho de la camisa un lamparón seco, supongo que de ayer.
En fin, a lo que iba. Dos cafes, no más.
A la hora de pagar me costo 2,4o euros.
Todo normal, ¿verdad?
Pues aqui es cuando yo me puse a pensar:
2,40 euros son 400 pesetas. Joder. Si hace no muchos años, en una cafeteria normalita nos hubieran cobrado 400 pelas por dos cafés, lo menos que le hubieramos dicho al dueño era ladrón.
Pero si lo analizamos todo cada vez que vamos de compras, nos daremos cuenta que estamos haciendo el primo desde hace unos años. Y creo que ese es uno de los motivos de esta crisis. La subida del precio de la vida desde lo más basico a lo más caro. Para pensarlo y para añorar aún más a mi llorada peseta.
¡Cuanto la echo de menos!
