La plata es, sin duda, para la también ex ministra Teresa Fernández de la Vega, que obligaba a sus chóferes ir a 190 kilómetros por hora, dada su costumbre de llegar siempre tarde a los actos oficiales. Delictiva práctica de la que, cómo no, el responsable era el conductor de turno, a uno de los cuales le quitaron 6 puntos del carné en un viaje a Valencia, ante lo que la jefa no hizo nada para ayudarle, y el colmo es que ni siquiera sabe cómo se llaman.
Y el bronce es para Elena Salgado, que, por lo visto, se pasa el día mandando a sus conductores a por bombones a Embassy en el Paseo de la Castellana, y, aunque el actual lo niega por miedo a que lo echen, en la famosa pastelería lo confirman. Pero sus usos indebidos del vehículo oficial se extienden además a asistir a clases de Pilates, a la peluquería o a pedir un coche auxiliar cargado de modelitos para elegir en una sesión fotográfica con Vanity Fair, a lo cual evidentemente los conductores se negaron.
Pero, por lo visto, el colmo de la desfachatez en el mal uso del coche oficial lo ostenta el ex ministro de Trabajo y actual presidente de la Fundación Ideas, Jesús Caldera, cuya fama de tratar con la punta del pie a sus conductores es tal que llega incluso a comunicarse con ellos poniendo a sus escoltas como intermediarios, y es que dirigirle la palabra a los chóferes es cosa del vulgo.
Aunque los excesos en este ámbito son de los más variado. Hay directoras generales que piden sillitas para acomodar a sus pequeños cuando los chóferes los recogen de la guardería o del colegio, y hay una ministra que tiene un Peugeot oficial a disposición de su cocinera particular para que vaya a hacer la compra todos los días al mercado. Menos mal que Trinidad Jiménez es educada y no utiliza su vehículo oficial en fin de semana. González-Sinde parece que tampoco. En fin, ver para creer en tiempos de crisis… y los a los funcionarios les bajan el sueldo…
Fuente: El Economista.es
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